Rubén Figaredo descansa en una hamaca en Natal, en lugar en el que vive desde 2010. :: E. C.
En su casa no hay ni una manta ni un jersey. Son absolutamente innecesarios en verano y en invierno. Claro que en medio del paraíso brasileño, Rubén Figaredo (Gijón, 1963) vive momentos en los que «me pongo enfático y me tomaría un vaso de agua del río Piles», hay instantes en los que mataría por pasear por el Muro y «no hay ni Muro ni parrochas ni sidra». Escritor, historiados y musicólogo, en 2010 hizo el petate y se fue a la Universidad de Natal. Allí ha dado clases de creatividad musical, de historia del arte comporáneo, de dramaturgia, de fotografía, de escena... Hasta dirige un taller de flamenco. Allí ha descubierto un país rico en muchísimos sentidos y la experiencia de la emigración le ha servido incluso para conocer mejor el suyo propio. «Cuando estoy en Gijón me descubro mirando los edificios como si fuera un extranjero», confiesa.
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